Vicente Sánchez Baret

ElAvance | 18 octubre 2025

Por Eduardo Sanz Lovatón.- Era yo un niño todavía. Ya su nombre era leyenda. Los cuentos de ese PRD de héroes. De abril, de las luchas de la libertad. De las derrotas de Balaguer. De las falsas granadas, pero de los reales timbales. De la cultura, del trabajo, de la seriedad. El Vicente alcalde, diputado, senador, ministro, director de Aduanas, etc., a ese Vicente lo conoce el país. Al Presidente del PRD, al fundador del PRM, al iniciador del proyecto de Luis, a ese también lo conoce el país. En fin, al hombre que hizo de su Cotuí un país, a ese Vicente lo conocen. Yo quiero contarles del Vicente que conocí yo. El padre de Yessika, Vicente y Flory, y el esposo de mi también muy querida Yadhira. Les cuento.

Andando en los pies de Jacobo, Peña y Hatuey, conocí a don Vicente de la mano de mi madre Zaida Lovatón Ginebra. Era pequeño, de una mirada penetrante. Frágil de cuerpo, pero un trueno de voz. Hablaba como cantando. Acariciaba y asustaba con sus palabras. Todavía no éramos amigos. El niño veía la leyenda. El tiempo pasó. Aquel PRD moriría de éxitos mal usados. 

Ya el incipiente estudiante que quería ser abogado se vuelve a encontrar con él. Una situación de apremio económico me topa con él. Mi madre, su amiga, me mandó donde la leyenda con una necesidad que ya habíamos conversado con otros amigos de manera infructuosa. Y me dijo: “Yayo ¿y Zaidita no hablo eso con fulano?”. Yo le dije que si, pero no pasó nada. A lo que me dijo: “espérame en mi carro y vamos.” 

Llegamos a lo que era la Liga Municipal Dominicana y allí hablando con quien la dirigía le dijo: “Coño, resuélveme lo de Zaidito — ese era yo — ¡oh…buen pendejo!”. Abrí los ojos como un búho asustado y tuve miedo. Pero de allí salimos él muerto de la risa y yo con mi solución. 

Sin don Vicente hacerme abogado habría sido mucho más difícil pues en esa época fue mi padrino y no de bautizo. Después vinieron las luchas políticas él de un lado y yo del otro. 

Siempre que me veía me decía que dejara de fuñir tanto en contra de la tendencia que él ayudaba a dirigir. Me lo decía con cariño, con calma, con amor. En todo momento enseñaba. Así era él.

Viajando unos años más cerca del presente, un día, Luis Abinader me invita a una rueda de prensa donde lo iban a apoyar. 

Cuando llegué, todavía no muy convencido de apoyar a Luis, quien era mi amigo, pero todavía no mi candidato, me sorprende ver a don Vicente y a toda su familia enérgicamente diciendo que era momento de Luis. No hablo aquí del hoy presidente, ni siquiera del candidato del 2020, sino de aquel que luchaba por imponerse a don Hipólito en el hoy lejano 2013.

Muchos nos sorprendimos por sus lazos de afecto y amistad con quien era entonces competidor de Luis. Recuerdo que le pregunté por eso y me dijo: “mi cariño es el mismo, pero ya nosotros los de entonces, tenemos que dar paso a ustedes los de hoy. Y ahí mismo me dijo: “déjate de pendejada y apoya a tu amigo que ese muchacho será presidente”. Así fue.

A lo largo de mi juventud, mi querido Vicente siempre estuvo presente. Ya luego cuando fundamos el PRM siempre que podía me sentaba a su lado en la Dirección Ejecutiva. Esos días jamás morirán en mis recuerdos. Las risas, las complicidades, las estrategias. Aprendí más que en cualquier universidad. “Yayo, no levantes la mano tanto, no de todo se opina”. Una vez debatíamos el tema de los jueces y la política y mi postura era diferente a la de Luis y me enseñó la regla de oro en política. Me dijo: “Yayo, o eres de un equipo o eres una estrella. Los primeros gobernamos, los segundos brillan. Tú dirás.”

Me apoyó cuando aspiré a presidir el partido, me apoyó cuando aspiré a senador. Me apoyó en todo. Antes, durante y después. Nuestra última contradicción fue con su hijo Vicentico. Yo pensé que Vicentico no debía aspirar y se lo dije a los dos. Recuerdo que Vicentico fue suave y así lo cogió. Pero aquel viejo roble me dijo algo que me marcó el alma y me dijo: “Apóyalo, regálame eso”. Al principio dudé por otros compromisos, pero después Dios me dio la oportunidad de agradecerle a este coloso caminando palmo a palmo con su hijo en esa candidatura. La que ganamos. Cuando el hijo fue el más votado de la capital pensé en la sonrisa del padre satisfecho. Ese día fui feliz. Don Vicente volvía a ganar ahora con las piernas de su hijo un joven de gran talento. Su familia, al margen de su historia en defensa de nuestras libertades, es su mayor legado.

Ya como director de Aduanas recuerdo que el día que acepté el cargo fui a verlo y conversé con él en la famosa sala de su casa. En esos muebles amarillentos que han visto pasar la historia de nuestra democracia, ese día entre las cosas que me dijo quien había sido también director de Aduanas están estas perlas: “despídete de tus amigos, te quedarán pocos pero esos serán de verdad”. “La política y las aduanas son peligrosas, ojo al Cristo”. “Cuando quieras saber la verdad no pienses en guardias o investigadores, piensa dentro de ti”, “Juzga con calma, para que no te tengas que estar devolviéndote”.

Otro de los grandes gestos que Dios me permitió presenciar es que hoy el puerto de Haina tiene el edificio de aduanas que se llama Vicente Sánchez Baret. Con eso los empleados/as de la dirección que él dirigió le rindieron un homenaje que dice lo que yo hoy con gran sentir le digo: Gracias, don Vicente. Gracias totales. Hoy Yadhira y todos quedan a nuestro cuidado como usted cuidó de nosotros. Adiós no, hasta pronto. Usted fue lo que quiso ser para bien de este país, de los suyos y más que nada de nosotros.