La 80ª Asamblea General de la ONU: un escenario en convulsión global

ElAvance | 03 octubre 2025

Lic. Samuel Ávila

En un momento de tensiones geopolíticas profundas, la 80ª Asamblea General de la ONU ha puesto en evidencia no solo las divergencias ideológicas entre grandes potencias, sino también los desafíos que enfrenta el sistema multilateral contemporáneo. En este marco, los discursos del expresidente Donald Trump, del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, y del presidente colombiano Gustavo Petro ofrecen piezas simbólicas para trazar un mapa de las pulsiones que atraviesa el orden mundial.

Trump: confrontación, soberanía y espectáculo diplomático

El regreso de Donald Trump a la tribuna de la ONU fue tan esperado como polémico. En su discurso, cargado de retórica nacionalista, cuestionó la eficacia del organismo multilateral—¿cuál es el propósito de la ONU?”, planteó— y reclamó reformas estructurales para que deje de “escribir cartas fuertes” y pase a la acción concreta. Al mismo tiempo, afirmó que bajo su mandato Estados Unidos vive una “era dorada”: economías potentes, fronteras seguras y un liderazgo renovado.

No obstante, el momento fue opacado por una serie de fallos técnicos (escalera mecánica detenida, teleprónter defectuoso) que Trump denunció como un “triple sabotaje” con intencionalidades políticas. Este episodio, más allá de su espectacularidad mediática, refleja la tensión entre el control simbólico del escenario diplomático y la fragilidad operativa inherente a cualquier gran foro global.

Desde una óptica internacionalista-conservadora, su intervención puede leerse como un llamado de atención: el multilateralismo no puede sostenerse si no integra mecanismos de rendición de cuentas creíbles y un reconocimiento de las diferencias de orden estratégico entre los Estados. Trump insiste en que la defensa de la soberanía nacional debe ser eje innegociable ante los vaivenes de la agenda global.

Netanyahu: legitimidad militar frente al aislamiento diplomático

El discurso de Benjamin Netanyahu generó una polarización dramática. Al iniciar su intervención, cientos de delegaciones abandonaron la sala en protesta. Lo propio con su estilo beligerante: “Israel debe terminar el trabajo” contra Hamas, dijo, negando categóricamente acusaciones de genocidio y culpando a quienes reconocieron un Estado palestino de alentar el terrorismo.

Netanyahu desplegó argumentos orientados a la seguridad: la anexión simbólica del mapa “The Curse” sobre amenazas regionales, el discurso directo a los cautivos desde Gaza vía altavoces y su insistencia en que no habrá Estado palestino en condiciones de “sacrificar” la existencia de Israel.

Para un enfoque diplomático razonado, el discurso de Netanyahu revela el punto de crisis del orden medio oriental: la supuesta legitimidad moral y militar puede chocar con una creciente repulsa internacional. El riesgo es que Israel se vuelva irrelevante en los mecanismos de mediación si sigue aislándose. Pero también subraya que ningún actor podrá sostener en soledad una estrategia militar sin respaldo estratégico mínimo.

Petro: denuncia del norte y apelación al sur

Gustavo Petro usó su turno para denunciar con énfasis la política migratoria de EE. UU., criticando las operaciones militares en el Caribe y demandando que esos actos sean calificados como delitos internacionales. “Los migrantes no son criminales”, sostuvo, acusando también al país del norte de poner en jaque las aspiraciones de soberanía de los países latinoamericanos. En el frente climático, insistió en que el Sur global debe liderar un desarrollo sostenible apoyado por financiamiento de los países ricos.

Si bien su discurso puede polarizar, contiene elementos centrales de un internacionalismo soberano: apelar a estructuras de cooperación para corregir asimetrías y reclamar que no todo conflicto global se reduzca al eje Washington‑Moscú o Beijing.

La visita de estado de Trump al Reino Unido: ecos del “special relationship”

Entre el 16 y 18 de septiembre de 2025, Trump realizó una visita de estado al Reino Unido, con recepciones oficiales, discursos y reuniones de alto nivel. Uno de los momentos más simbólicos fue la cena de Estado en Windsor, donde el rey Carlos III y Trump elogiaron la “relación especial” entre sus naciones.

No hubo todavía una entrevista formal con el rey reportada ampliamente, pero el intercambio de discursos ensayó una narrativa política: el Reino Unido reafirma su rol estratégico como aliado tras el Brexit, y Estados Unidos busca garantizar apoyos diplomáticos y comerciales europeos robustos en el nuevo escenario transatlántico. Detrás de los elogios, subyacen desafíos: las aspiraciones comerciales británicas post‑UE chocan con los intereses proteccionistas estadounidenses; y los compromisos en defensa y seguridad requieren redefiniciones ante la competencia con China y Rusia.

Desde una mirada conservadora, la visita es un recordatorio: los vínculos históricos no garantizan automatismos. Es necesario relanzar alianzas con bases compartidas en comercio, defensa tecnológica e intercambio cultural.

Balance crítico-propositivo: desafíos para el orden mundial

Reforma institucional

La ONU necesita mecanismos que integren proporcionalidad entre grandes y medianos poderes: no basta con mayor discurso, debe haber responsabilidad operativa. La crítica de Trump, aunque excesiva en tono, contiene algo de justicia cuando denuncia “letras fuertes” sin acción. Pero el actuar unilateral también socava la legitimidad.

Equilibrio entre poder militar y legitimidad moral

Israel demuestra que la fuerza no subsana la pérdida de reconocimiento internacional. Su discurso en la ONU recuerda que la narrativa estratégica debe acompañar a la estrategia militar.

Sur global como actor estructurante

Discursos como el de Petro hacen ver que América Latina no puede seguir siendo espectador. Debe consolidar estructuras diplomáticas plurales (ALBA, CELAC, integración en la ONU) para equilibrar la balanza.

Alianzas del siglo XXI

Trump en el Reino Unido reaviva la necesidad de alianzas transatlánticas renovadas. Pero no como reproducciones del pasado: deben ser más flexibles frente al poder digital, energético y climático emergente.

Dimensión geoestratégica

En este contexto asistimos a un repliegue: EE. UU. empuja límites del multilateralismo; Rusia y China buscan marcos alternativos; el Medio Oriente se militariza sin freno; América Latina reclama voz propia.

En esta Asamblea, fue menos lo que el mundo “escuchó” y más lo que se vio: un espectáculo de credos contrapuestos, convocatorias propias de un nuevo ciclo global. Si el mundo multipolar exige políticas de alianzas variables, legitimidad basada en resultados y una diplomacia con respaldo de hechos, los discursos de Trump, Netanyahu y Petro son más que palabras: son pistas para rediseñar períodos estratégicos.