Este año, recuperemos la Navidad cristiana

ElAvance | 24 diciembre 2025

Por Orlando Jorge Villegas.

En medio del ruido y el trajín—de los tapones, las compras de última hora, las agendas sociales que se saturan— la Navidad corre el riesgo de convertirse en una temporada sin alma: una suma de gastos, decoraciones y compromisos. Y, sin embargo, su origen no es un pretexto comercial ni un “fin de año” genérico. La Navidad nace de un hecho cristiano: Dios se hace hombre, humilde, en un pesebre. Recuperar esa verdad, en estas fiestas, no es un gesto nostálgico: es una necesidad cultural y moral.

Las tradiciones navideñas cristianas no son adornos o entretenimiento; son pedagogía. Nos enseñan a mirar hacia afuera, a bajar el volumen del ego y de lo superfluo, y a reencontrarnos con lo esencial. La oración en familia, el nacimiento en casa, el Adviento como tiempo de espera, la Misa de Nochebuena, los villancicos que hablan de esperanza, la bendición de la mesa, la visita al enfermo o al anciano, el perdón pedido a tiempo. Son prácticas sencillas que ordenan el corazón y, de paso, también ordenan nuestra convivencia.

Cuando la Navidad se reduce a consumo, inevitablemente produce frustración. Nadie compra lo suficiente para llenar un vacío espiritual. La ansiedad se disfraza de “fiebre navideña” y el cansancio se justifica como una “tradición moderna”. La navidad y su tradición cristiana propone otra lógica: la alegría no se compra; se cultiva. No se impone; se comparte. Y su centro no es lo que recibimos, sino a Quién celebramos.

Recuperar estas tradiciones también es un acto de resistencia ante la fragmentación social. En un país donde el día a día nos empuja a la prisa, y donde la violencia y la frustración han encontrado espacio en lo cotidiano, la Navidad cristiana ofrece un lenguaje común: el de la paz.

No se trata de “volver atrás” como quien niega el presente. Se trata de traer al presente lo mejor de nosotros. Si esta Navidad ponemos el nacimiento en un lugar visible, si reservamos un momento real para la oración, si elegimos una obra de caridad concreta, si nos sentamos a conversar sin pantallas, si pedimos perdón y lo damos, si nos sentamos a agradecer lo que tenemos, estaremos recuperando una tradición que no envejece: la de ser más humanos y apreciarnos como somos.

Que estas fiestas no nos encuentren distraídos. Que nos encuentren agradecidos, reconciliados y con la mirada puesta en el Niño Jesús que, desde la sencillez, sigue recordándonos lo que importa. Y que cada hogar se atreva a rescatar símbolos: un pasaje del Evangelio leído en voz alta, una visita solidaria, y acción de gracias antes de brindar en la mesa. ¡Feliz Navidad!