Comunicar en 2025 es más difícil que nunca

ElAvance | 09 octubre 2025

Carlos Pérez Tejada

El que trabaja en el área de la comunicación ve mucho, aprende mucho y se desilusiona mucho. En mi camino por este sector, en especial por el de la comunicación corporativa, he aprendido muchas lecciones valiosas, pero la que se ha convertido en un cable a tierra es la de que no todas las informaciones y noticias que se comunican logran el efecto deseado. Y en pleno 2025, en donde estamos más conectados y “más informados”, esto es uno de los grandes retos para quienes trabajamos la comunicación.

Para poner en perspectiva mi idea, recuerdo una experiencia concreta, trabajaba como asesor de un cliente en el sector portuario. Una de las grandes noticias y de la cual esperábamos una respuesta positiva para la empresa y la marca, era la de informar sobre la detención de mercancías ilícitas que intentaban ingresar por el puerto.

Desde el punto de vista institucional esto era un ejercicio de transparencia y de enviar un mensaje claro de que las autoridades del puerto estaban haciendo su trabajo.

Sin embargo, cuando la información salía en medios de comunicación y en las esferas digitales, la mayoría de las reacciones de los usuarios y ciudadanos era de críticas, cinismo y hasta de dudas de la misma información. Para muchos la noticia no evidenciaba el trabajo que se estaba haciendo ni el control de seguridad, sino lo contrario.

Este es el fenómeno con el que tienen que lidiar todo aquel que trabaje en el área de la comunicación. Algunos pensaran que como estamos “hiper conectados”, y como somos la era con mayor acceso a información y conocimiento, la comunicación tendría que ser más fácil.

En un solo día, una persona puede recibir más de 5,000 noticias o estímulos de información, de acuerdo con datos publicados por Forbes. Esta abrumadora cantidad satura y ahoga a los ciudadanos. Además, la ciencia ha demostrado que nuestro cerebro prefiere y mantiene más aquellas informaciones ligeras, lúdicas y que activen un recuerdo dentro de nuestra memoria; Daniel Kahneman en su libro “Pensar rápido pensar despacio” lo explica bien.

En comunicación, la percepción es muchas veces más poderosa que los hechos. La gente no solo escucha lo que se dice, sino que interpreta según su experiencia, su nivel de confianza en la fuente que informa y en el contexto social, y hasta general, en el que recibe la información. Y esta subjetividad se ha vuelto más compleja en tiempos de redes sociales, donde la lectura se basa más en los titulares que en el cuerpo mismo de la noticia, y en donde el debate se polariza mucho antes de comprender el contenido; en palabras llanas, opinamos y emitimos un juicio sin conocer a fondo el tema del cual se discute.

A esto hay que sumarle el acelerado desarrollo de herramientas de inteligencia artificial generativa. Plataformas de creación de videos como Sora 2 o Veo 3 dificultan la capacidad de poder diferenciar lo real de lo creado artificialmente para el consumidor final.

Comunicar efectivamente se ha vuelto una tarea titánica. Pero los puntos clave, y clásicos, se mantienen; no es comunicar por comunicar, sino también construir confianza, bajar al terreno y ser más cercanos con la gente, explicar el contexto de las acciones y ofrecer datos accesibles. Tampoco se debe de caer en la trampa del alcance, sino cuantos en realidad entendieron el mensaje. Esto es, más que un arte, una ciencia en evolución en la que debemos de adaptarnos con cada avance y cambio que experimentan las sociedades.