Un impasse diplomático grave 

ElAvance | 09 abril 2024

Por Edgar Raffa

Pese a las sombras que rodean al exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas en su contra con una condena por corrupción, un punto no menor, y otros cargos pendientes de ser juzgados, la irrupción por parte de las fuerzas militares y policiales de ese país en la embajada de México en Quito para arrestar, al que fuese la mano derecha de Rafael Correa en su último gobierno, representa un precedente sumamente grave en términos diplomáticos y de derecho internacional.

Ante tal sobresalto internacional por dicho atrevimiento, el presidente Daniel Noboa ha presentado un comunicado, en el que justifica su visión del asunto esbozando que su nación solo cumple con los dictámenes de la justicia, por ello no podían “permitir que se asile a delincuentes sentenciados, involucrados en crímenes muy graves”, en la embajada del país azteca.

Esta situación no justifica el agravio del gobierno ecuatoriano, repudiado por parte de la comunidad internacional. Además, abre la posibilidad que en un futuro regímenes dictatoriales como los que se presentan en Cuba, Venezuela, Nicaragua, o autoritarios, en el caso de El Salvador, puedan argumentar elementos similares para llevar a cabo persecuciones contra adversarios políticos.  

Lo que hizo el gobierno de Daniel Noboa es inadmisible, no puede ponderarse esta actitud ni siquiera por los dichos fuera de tono que pronunció el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador sobre la elección en la que resultó electo el gobernante del país sudamericano donde se produjo el conflicto. El panorama internacional, y sobre todo el de la región, debe ser de integración y paz, para poder alcanzar el progreso social, la estabilidad y la libertad, no seguir apostado a la incertidumbre y la desunión de un espacio cada vez más convulso.

Las sanciones de los organismos y todos los países que enarbolen la democracia como bandera debe ser unánime ante una afrenta de esta envergadura; si el hecho es dejado así o no se responde con la contundencia que amerita, la historia nos juzgará caro.

Esta acción oscura, que ni siquiera las más viles dictaduras de la historia han osado incurrir en Latinoamérica, debe tener un precio. El señor Noboa se extralimitó, y debe conocer el límite antes que sea tarde para su país y el resto del mundo. El juego del populismo autoritario así se vislumbra, un flagelo presente en los dirigentes latinoamericanos, que ahora muchos lamentan, cuando lo que debe primar es la institucionalidad y el diálogo para resolver los conflictos. Esperamos que las heridas se subsanen y México y el Ecuador retomen la cordialidad.

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