Ante una sociedad pesimista, necesitamos un gobierno optimista

ElAvance | 31 julio 2025

Carlos Pérez Tejada

Cuando analizamos las estadísticas, leemos y escuchamos a los organismos internacionales e incluso a expresidentes, todos coinciden en que la República Dominicana es “un faro de luz en la región”, por sus avances, alto nivel democrático, crecimiento y estabilidad económica y social. Y si dejamos de ser mezquinos, si miramos hacia atrás, la realidad es que sí, como país hemos avanzado y mejorado. Que seguimos teniendo retos por delante, sí, pero eso no puede opacar los grandes logros que hemos alcanzado. Sin embargo, a pesar de todo esto, el sentimiento que predomina en las redes y entre el ciudadano de a pie es de pesimismo, incredulidad y escepticismo hacia las instituciones, los partidos políticos y el futuro mismo. Ante este clima de apatía y cinismo, urge un mensaje optimista por parte de los principales actores de la sociedad dominicana.

Tal como expresó el filósofo italiano Antonio Gramsci, debemos tener una visión crítica y realista de la situación actual, una inteligencia pesimista que analice y entienda la realidad tal como es. Pero la voluntad debe ser optimista y esperanzadora. Es decir, debemos ser conscientes de los problemas, no negarlos, pero actuar con la convicción de que pueden tener solución, y de que debemos enfocarnos más en resolverlos que en alimentarlos.

Una de las causas de este pesimismo generalizado es que hemos politizado prácticamente todos los aspectos de nuestra vida en sociedad. Toda la culpa la queremos colocar sobre el gobierno de turno y en las autoridades, y para todas las quejas de nuestros males tenemos el ojo puesto en lo político. Además, de que criticamos todas las medidas políticas antes de ser implementada, no damos tiempo a que estas demuestren ser un éxito o fracaso. Por esta razón, los partidos han basado su comunicación en críticas y defensas. Por un lado, la oposición se ha dedicado a cuestionar cualquier acción del gobierno sin ofrecer soluciones realistas, politizando todo, sin importar si hay fundamento o no. Por el otro, el gobierno ha adoptado una postura a la defensiva. Esta dinámica ha sido un elemento clave en la expansión del pensamiento pesimista.

A menudo se subestima, pero el poder del discurso político tiene un peso enorme, más aún en una sociedad como la nuestra, donde, como mencioné antes, todo se ha politizado. George Lakoff, en su obra No pienses en un elefante (2004), explicó que los marcos mentales desde los cuales se comunica la política definen cómo la sociedad interpreta la realidad. Es decir, si desde la arena política se promueve una narrativa de crisis constante, los ciudadanos lo percibirán e interiorizarán de esa manera. En cambio, si se articula un discurso realista, con datos, hechos y esperanza, se puede lograr un cambio en la percepción colectiva. No se trata de pintar un país artificial; al contrario, se trata de reconocer los retos y reconectar con ese espíritu de resiliencia y creatividad que nos caracteriza como dominicanos. Como dijo el intelectual y presidente checo Václav Havel: “La esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente del resultado.”

Frente a una sociedad de hiperconectividad y sobreinformación, donde las noticias falsas, los comentarios negativos y los discursos de odio se propagan con rapidez, debemos cambiar el enfoque. Mirar lo que hemos avanzado, logrado y conquistado como país. Evitar que ese pesimismo mentiroso nos robe nuestra realidad. Ver nuestro presente con optimismo y con la capacidad resiliente de superar los obstáculos que aún tenemos por delante.

Ejemplos de liderazgo optimista hay. Uno muy cercano es el caso de la campaña política de Barack Obama en 2008, con su mensaje de HOPE (esperanza). En plena crisis económica, su administración se enfocó en comunicar la realidad con transparencia, pero siempre bajo la idea de que, trabajando juntos y con resiliencia, era posible salir adelante. ¿El resultado? Obama gobernó por dos mandatos consecutivos.

Lo que más nos hace falta hoy no es infraestructura ni tecnología, sino un propósito compartido. El gobierno tiene la oportunidad, y la responsabilidad, de sembrar este pensamiento optimista en la ciudadanía. Es momento de dejar atrás el escepticismo y de construir un nuevo relato colectivo que nos inspire a todos.