¿A qué le estamos poniendo atención?

ElAvance | 24 diciembre 2025

Carlos Pérez Tejada

Gracias a las decisiones tomadas en los últimos 30 años, la República Dominicana ha avanzado y se ha desarrollado hasta convertirse en un referente de estabilidad política, social y económica, manteniendo niveles de crecimiento y competitividad envidiables. Los datos lo confirman, y basta con observar el avance de nuestras ciudades y pueblos para constatarlo. Sin embargo, mientras el mundo y la globalización obligan a todos los actores a moverse a una velocidad vertiginosa, marcada por la revolución tecnológica, el surgimiento de nuevos sectores productivos y la apuesta decidida por la innovación, debemos preguntarnos: ¿en qué estamos invirtiendo realmente nuestra atención como nación? La respuesta a esta pregunta marcará el rumbo de nuestro futuro.

Existe un principio estoico que reza “Somos aquello a lo que prestamos atención”, y esta es una verdad de la que ninguna sociedad puede escapar. La historia está repleta de ejemplos que demuestran cómo aquello en lo que un país enfoca su mirada define su destino, tanto para el progreso como para el estancamiento.

Al observar casos recientes a nivel global, es evidente que las naciones que han definido con claridad su hoja de ruta hacia el desarrollo concentran sus esfuerzos en sectores de alta tecnología y en la formación de capital humano especializado. Países del este asiático como Corea del Sur, Taiwán, Japón, China y Singapur lideran la producción de semiconductores y han convertido la industria de chips en un pilar estratégico de su economía.

Singapur apostó por una educación de calidad y orientada hacia un nicho específico, la tecnología. Su fuerza laboral está tan bien preparada que empresas como Google, Meta, Microsoft y Apple han decidido invertir allí y contratar talento local. En apenas cuatro décadas, este país pasó de tener recursos limitados a convertirse en una economía impulsada por la innovación, con un ecosistema robusto de ciencia, tecnología e industria.

En 2025, potencias como Estados Unidos continúan liderando el desarrollo de inteligencia artificial (IA) y computación avanzada, gracias a multimillonarias inversiones públicas y privadas. Buscan dominar no solo la producción de chips, sino todo el ecosistema de datos, automatización y desarrollo tecnológico. En contraste, la Unión Europea se ha rezagado, enfocando su debate político en temas ideológicos mientras descuida la inversión en ciencias y tecnología. Esta diferencia de prioridades marcará una clara brecha de poder y competitividad entre ambos bloques.

Los países exitosos no solo construyen fábricas y laboratorios: reforman su educación, desarrollan talento, invierten en investigación y crean condiciones para que ese talento permanezca, contribuya y escale. Es una visión de futuro que no se improvisa.

¿Y nosotros?

En la República Dominicana, mientras tanto, parecemos atrapados en debates que poco o nada aportan al desarrollo sostenible. En lugar de fomentar políticas públicas que impulsen la ciencia, la tecnología, la investigación y la formación profesional, nuestra atención se dispersa en lo trivial, en polémicas mediáticas, distracciones superficiales y luchas de poder sin propósito.

Es común ver cómo intervenciones de legisladores se convierten en “memes” por su contenido irrelevante, irreverente o francamente vergonzoso. La clase política se ha estancado en debates estériles, alejados de una visión de país. Los temas que ocupan las agendas dejan mucho que desear y rara vez se discuten propuestas serias para atraer inversiones tecnológicas, desarrollar parques científicos o impulsar industrias de alto valor agregado.

¿Por qué no enfocarnos en promover centros de innovación, aumentar la inversión pública en investigación y desarrollo, o crear incentivos fiscales para atraer a empresas tecnológicas globales? Esa es la discusión que necesitamos, y no la que se promueve a diario.

Esta postura no es nueva, pero es urgente si queremos dar el siguiente paso en la escalera del desarrollo. Volviendo al ejemplo de Singapur: su crecimiento sostenido, su PIB per cápita elevado y su economía competitiva son el resultado de una visión coherente. Países como Corea del Sur, Taiwán y Japón han logrado lo propio apostando por la tecnología, la manufactura avanzada y la educación científica.

Si la República Dominicana desea ser parte de ese grupo, y no quedarse relegada como un “mercado en desarrollo” eterno, debe decidir con firmeza hacia dónde dirige su atención. Debemos mirar lejos, construir con estrategia y apostar por aquello que realmente transforma.