Suleika sobrevivió, pero cientos siguen esperando un trasplante en República Dominicana

Lorian Cuevas | 29 octubre 2025

En República Dominicana, más de 500 pacientes esperan un trasplante de órganos; la falta de donantes restringe gravemente sus oportunidades de vida

República Dominicana. – La realidad actual de la donación de órganos en República Dominicana muestra un claro desequilibrio entre la demanda y la oferta. Con más de 500 pacientes en lista de espera y apenas nueve donantes registrados, la necesidad de incrementar la cultura de donación es más urgente que nunca. Las cifras evidencian que, aunque se realizan trasplantes que salvan vidas, el número sigue siendo insuficiente para cubrir la creciente demanda.

Una de las pocas afortunadas en recibir un trasplante exitoso fue Suleika Pérez, cuya vida cambió por completo al enterarse de que solo esa cirugía podía salvarla. Estudiante de medicina y madre de dos niñas, asumió la noticia como una condena, sin imaginar que sería la puerta a una segunda oportunidad para recuperar su salud y seguir viviendo.

Desde la infancia, Suleika vivió con diabetes tipo 1. Era insulinodependiente y se inyectaba dos veces al día, una rutina que asumió con la naturalidad. Durante años logró manejar la enfermedad con disciplina, hasta que su cuerpo empezó a enviar señales de alarma. Comenzó a retener líquidos, se sentía constantemente fatigada y una hinchazón persistente en los pies revelaba que algo más grave estaba ocurriendo.

Suleika atribuía la hinchazón en sus pies al cansancio de largas caminatas. Fue una profesora de la universidad quien, al notar los síntomas, le insistió con preocupación que fuera al médico durante su clase. Ese gesto, aparentemente pequeño, terminó siendo el primer paso para salvarle la vida.

Después de varios estudios, los médicos confirmaron lo peor. Suleika padecía nefropatía diabética en fase avanzada, una condición que ya había evolucionado a insuficiencia renal. La recomendación fue clara y urgente; debía comenzar tratamiento de diálisis de inmediato.

Ahí comenzó una carrera contra el tiempo. Buscando atención especializada, llegó al Hospital General de la Plaza de la Salud, donde conoció a la doctora Ana Carolina de la Cruz. Quien le hablo por primera vez de la palabra que le sonó tan fría como definitiva: trasplante.

“Cuando me dijeron que necesitaba un trasplante, lo traduje como muerte. Yo estaba convencida de que iba a morir, ni siquiera sabía que se hacían trasplantes en el país”, confiesa Suleika. 

El diagnóstico era claro, necesitaba un trasplante combinado de riñón y páncreas; ya que su páncreas era incapaz de producir insulina, lo que representaba la raíz de su deterioro. Para preservar el éxito del riñón trasplantado, también era necesario reemplazar el órgano que había fallado desde la niñez.

Nos contó que la noticia fue un duro golpe para toda su familia. “Estábamos abrumados, pero mi mamá siempre me recordaba que los planes de Dios son perfectos. Asegura que ese fue su sostén durante este duro proceso. 

Durante cuatro horas, y tres veces por semana, Suleika debía someterse a hemodiálisis conectada a una máquina. “Llegaba caminando y salía en silla de ruedas. Era una experiencia inhumana; sentía cómo mi vida se escapaba de mis manos” manifestó.

Su vida universitaria se detuvo, las citas médicas aumentaron, los gastos crecieron y su salud empeoraba día a día. A pesar de todo, y con poco optimismo, inició la preparación para entrar en la lista de espera para el trasplante.

Para ser candidata a la cirugía, tenía que estabilizar su salud al máximo. Logró completar todas las evaluaciones médicas justo antes de que el país entrara en cuarentena por la pandemia de COVID-19. “Doy gracias a Dios porque, antes de que todo se paralizara, ya había pasado por el comité de trasplantes y estaba oficialmente en la lista de espera”.

El día que ocurrió el milagro 

Una semana después, un martes por la mañana, recibió una llamada inesperada: había un donante compatible. “Yo era la segunda en la lista, ya que la primera persona no resultó compatible, pero yo sí lo fui. Para mí, eso fue un verdadero milagro”.

El donante, fallecido y anónimo, se convirtió en la razón por la cual hoy Suleika puede contar su historia. El trasplante fue exitoso, y con él, no solo recibió dos órganos nuevos, sino una vida nueva.

“Después de la cirugía aprendí a valorar hasta lo más simple. Algo tan sencillo como tomar agua era un problema para mí. Ahora agradezco poder hacerlo sin restricciones”.

El trasplante no solo curó su insuficiencia renal, sino que también significó el fin de su diabetes. El nuevo páncreas produce insulina, y Suleika ya no depende de inyecciones. Lo que había sido su cruz desde la infancia, desapareció como parte de este nuevo comienzo.

“Yo había dejado mi carrera, incluso había empezado a preparar psicológicamente a mis hijas para mi partida. Les decía que me iba con Dios”, recuerda con la voz entrecortada. Hoy, años después de aquel momento oscuro, Suleika se prepara para recibir su título como doctora en medicina por la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). 

Sobre la importancia de la donación de órganos, aseguró: “Un trasplante no es solo un procedimiento médico, es una oportunidad para seguir viviendo. Donar significa regalar esperanza. A mí, el trasplante me devolvió la vida justo cuando sentía que ya la había perdido”, afirmó.

Su historia es un recordatorio. “No importa qué tan bueno sea el programa de trasplantes, sin donantes no hay trasplantes. Están en manos de la gente. Donar salva vidas, como salvó la mía”.

Hoy, Suleika camina con pasos firmes. Ya no arrastra el cuerpo hinchado por la retención de líquidos, ni carga en la piel el cansancio de la enfermedad. Camina con la certeza de que lo imposible, a veces, sucede. Y que lo que un día creyó era su final, terminó siendo el inicio de una nueva vida.

Etrabajo del INCORT para fortalecer la cultura de donación de órganos en República Dominicana

Ante la inminente falta de donantes, el doctor José Juan Castillos Almonte, director del Instituto Nacional de Coordinación de Trasplante (INCORT), reconoce que el mayor reto está en cambiar la mentalidad de la población dominicana. “El desafío principal es promover una cultura de donación, pero existe mucho temor y desconocimiento”, asegura.

Este miedo, explica Castillos, está vinculado a la falta de información. “Muchos dominicanos creen que cualquiera puede ser donante, pero no es así. Solo pueden donar quienes no ponen en riesgo su salud ni su expectativa de vida”, afirma.

El director del INCORT distingue dos tipos de donantes: “El donante vivo, que generalmente es un familiar directo, y el donante fallecido, una persona declarada con muerte encefálica y cuya familia autoriza la donación”.

Sobre los donantes vivos, Castillos señala que deben pasar por un riguroso proceso de evaluación médica. “Son examinados por al menos ocho especialistas diferentes, quienes verifican que el donante no corra riesgos graves y que el receptor sea apto para el trasplante”. En cuanto al donante fallecido, el protocolo es igual de estricto, requiriendo confirmación clínica e instrumental de la muerte encefálica antes de proceder.

A pesar de estas garantías, persisten mitos que dificultan la donación. “Hay quienes piensan que, si dicen que quieren donar, los médicos dejarán de salvarles la vida, o que sus órganos serán vendidos o usados sin consentimiento”, dice Castillos. 

Frente a esto, el director recalca que los trasplantes son procedimientos complejos que involucran a decenas de especialistas altamente calificados y se realizan en centros hospitalarios de alto nivel, lo que imposibilita cualquier acción irregular.

Actualmente, más de 500 personas están en lista de espera para trasplantes en República Dominicana, principalmente de riñón, aunque también hay pacientes que requieren hígado, córneas u otros órganos.

“El primer paso es inscribirse en la lista de espera, pero el verdadero reto es mantenerse activo en ella. Eso implica renovar periódicamente los estudios médicos”, explica Castillos, quien detalla que, de no hacerlo, el paciente pierde la oportunidad de recibir un órgano compatible.

Desde el INCORT se brinda apoyo a los pacientes para que puedan cumplir con estos requisitos y estén preparados física y emocionalmente para el trasplante. Sin embargo, el foco principal sigue siendo la promoción de la donación en la población general. 

“Fomentamos la donación en vida, especialmente de riñones, siempre que no represente riesgos para el donante. También incentivamos a las familias a donar los órganos de sus seres queridos fallecidos cuando la situación lo permite”, señaló.

Para el doctor Castillos, la donación de órganos es un acto profundamente humano. “Cada órgano que no se dona puede representar una vida que se pierde en la lista de espera. Decir ‘sí’ a la donación es darle a alguien la oportunidad de vivir, trabajar, criar a sus hijos y tener una segunda oportunidad”, concluye. “Cualquiera que hoy está sano, mañana podría necesitar un trasplante. Para que ese milagro suceda, solo se necesita una palabra: sí”.

“Donar es un acto de amor. Donar es regalar vida”, enfatiza el director del INCORT.

La Ley 329-98 y el reto de fortalecer la confianza en la donación de órganos en el país

Aunque persiste un miedo irracional entre los dominicanos al hablar de donación de órganos, la Ley 329-98 establece un marco regulador que garantiza transparencia y seguridad en el proceso. Esta normativa regula la donación, extracción, conservación e intercambio de órganos y tejidos humanos con fines de trasplante, y dispone que toda donación debe realizarse de manera voluntaria y altruista, siempre con el consentimiento informado y por escrito del donante o de su familia.

La ley prohíbe expresamente cualquier transacción económica relacionada con la compra o venta de órganos y tejidos, asegurando que el trasplante sea un acto médico ético y libre de lucro.

Asimismo, la ley establece los criterios médicos y legales para la extracción de órganos y tejidos, determinando que solo podrán realizarse en hospitales autorizados y bajo supervisión de personal calificado. También regula la conservación de los órganos y tejidos, asegurando que los procedimientos de almacenamiento y transporte cumplan con estándares de seguridad que preserven la viabilidad para el trasplante.

La normativa crea un sistema nacional de registro y control de donantes y receptores, con el objetivo de organizar y supervisar de manera transparente el intercambio de órganos y tejidos entre pacientes necesitados. Este sistema busca garantizar la equidad en la asignación de órganos, evitando cualquier tipo de discriminación por razones económicas, sociales o culturales, y priorizando criterios médicos de urgencia y compatibilidad.

Finalmente, la Ley 329-98 establece sanciones penales y administrativas para quienes violen sus disposiciones, incluyendo la realización de trasplantes sin consentimiento, la comercialización de órganos, la falsificación de documentos médicos o cualquier otra acción que atente contra los derechos de los donantes o receptores. De esta manera, se protege tanto la integridad física de los pacientes como la ética médica en el país.

La donación de órganos: un acto que salva vidas y transforma realidades

La realidad de la donación de órganos en República Dominicana plantea un reto ineludible: la brecha entre la gran cantidad de pacientes en espera y el reducido número de donantes disponibles. Este contraste deja en evidencia que la falta de información, los mitos y la poca sensibilización continúan limitando las oportunidades de salvar vidas.

Promover una verdadera cultura de donación no es solo una tarea de las autoridades sanitarias, sino un compromiso colectivo que involucra a la sociedad en su conjunto. Hablar del tema en los hogares, en las escuelas y en los espacios comunitarios es clave para derribar barreras y normalizar la donación como un acto natural de solidaridad.

Cada órgano donado representa no solo la posibilidad de prolongar la vida, sino de devolver esperanza, calidad y dignidad a quienes luchan día a día contra enfermedades crónicas. Al mismo tiempo, fortalece al sistema de salud y refleja el compromiso de un país con la vida y el bienestar de sus ciudadanos.

En definitiva, impulsar la donación de órganos es sembrar esperanza. Solo a través de la unión de esfuerzo desde la conciencia individual hasta las políticas públicas será posible transformar las estadísticas y ofrecer una segunda oportunidad a cientos de dominicanos que hoy esperan con fe la llegada de un donante.