La tierra del “no contesto”

Max Herrera | 12 septiembre 2025

Da igual si es para un encuntro con el Papa, con el presidente o con la banquera de la esquina, en RD nadie coge llamadas, mensajes de Whatsapp, de humo, paloma mensajera o cartas. No hablo solo de quien busca favores urgentes, sino de lo cotidiano: pedir información, agendar una cita o simplemente decir “hola”.

Aquí, para que te contesten, parece que hay que consultar a un brujo en un centro espiritista, con rosario en mano y velas encendidas, rogando porque alguien recuerde que tiene un teléfono al 100% de carga. Un ejemplo notable es cuando contactas al banco para reclamar un gasto errado, cancelar tu tarjeta o hacer cualquier gestión… Pero, ¡ojo! Si debes dinero, ahí te buscan, aunque estés en la cima del Pico Duarte o perdido en el fin del mundo.

No niego que el contestar depende mucho del "rango" de quien haga la llamada, pero actualmente todo apunta a que esto se ha vuelto casi un acto de cortesía en vías de extinción, a diferencia de épocas pasadas. Pues lo que te espera es una música de espera eterna, correos electrónicos sin respuesta y mensajes de WhatsApp ignorados como si fueran fantasmas.

"Hay un país en el mundo, colocado en el mismo trayecto del sol" donde para que te cojan la llamada, te respondan un email o te agenden una cita, hay que esperar que ocurra un verdadero milagro.

No es por imitar al poeta Pedro Mir, pero la realidad de esto es, en su absurdo, tan poético como bizarro. La paradoja de estar "hiperconectados" en pleno siglo XXI y, al mismo tiempo, tan lejos de responder a un simple “¿Hola, cómo te va?” dice mucho de nuestra forma de vivir y de comunicarnos.