La escuela de la conveniencia

ElAvance | 04 septiembre 2025

Charlie N. Mariotti Paz.

Durante el régimen nazi en Alemania, la educación escolar fue convertida en un instrumento de adoctrinamiento masivo. Los libros de texto, en lugar de transmitir conocimientos objetivos y fomentar el pensamiento crítico, fueron diseñados para moldear la mentalidad de los niños según la ideología del partido. La historia, por ejemplo, se contaba de manera selectiva y distorsionada: se exaltaban las supuestas glorias del pueblo germano, se culpaba a minorías étnicas y políticas de todos los males nacionales, y se presentaba al nazismo como el destino natural de Alemania.

El objetivo era claro: formar desde temprana edad una generación que no cuestionara, sino que repitiera como verdad absoluta lo que el régimen establecía. De este modo, los niños crecían creyendo que la discriminación, la guerra y la obediencia ciega eran valores legítimos. La educación, que debería servir para ampliar horizontes, se convirtió en un mecanismo para reducirlos, encerrando a millones de jóvenes en una visión única del mundo.

Esto no es correcto porque la escuela no debe ser una fábrica de dogmas, sino un espacio para el desarrollo de la razón, la empatía y la capacidad de analizar la realidad desde distintas perspectivas. Cuando un gobierno manipula la historia en los libros de texto, no solo roba a los niños la posibilidad de conocer los hechos tal y como ocurrieron, sino que también limita su libertad de pensar y decidir por sí mismos. El ejemplo nazi nos recuerda que la educación, mal utilizada, puede convertirse en una herramienta peligrosa al servicio de la opresión.

Un ejemplo reciente que ilustra cómo la manipulación de los contenidos escolares sigue siendo un riesgo es el caso del libro de Sociales de sexto curso que circula en las redes en República Dominicana. En dicho texto, se le dedican apenas quince páginas a resumir toda la historia democrática dominicana desde 1965 hasta 2020, mientras que al período de gobierno del PRM, que apenas alcanza cinco años, se le otorgan doce páginas completas. Esta desproporción no es inocente: transmite a los estudiantes la idea de que un solo partido merece casi la misma atención histórica que más de cinco décadas de vida democrática del país, muy parecido al accionar de Hugo Chávez y su PSUV cuando se hizo con el poder en Venezuela.

Un claro ejemplo de la manipulación es cuando el texto llega a afirmar que el presidente Danilo Medina logró reelegirse en 2016 “en medio de grandes disgustos e insatisfacción de la población”, cuando los datos oficiales reflejan que obtuvo un 61% de los votos, el porcentaje más alto alcanzado por político alguno en la historia democrática del país. Esa afirmación no solo es falsa, sino que tergiversa deliberadamente un hecho histórico contundente. Al mismo tiempo, se omite que en esas mismas elecciones, con un 34% de los votos, Luis Abinader no reconoció la derrota, un gesto contrario al respeto a la decisión emanada de la voluntad popular que sí tuvieron posteriormente Gonzalo Castillo y Abel Martínez. Publicar ese tipo de abusos en un libro de texto escolar no es educación: es propaganda.

No quisiera decir que el PRM actúa como los nazis, porque eso sería quizás desproporcionado, pero sí es evidente que quienes redactaron ese libro tienen un compromiso con cualquier cosa menos con la verdad. La historia podrá gustarnos o no, pero debe ser contada como sucedió, con sus luces y sombras. La escuela no es un espacio para adoctrinar, sino para fomentar el pensamiento crítico, el análisis riguroso y el respeto a los hechos. Pretender moldear la memoria colectiva desde un libro de texto es traicionar la misión más noble de la educación.

Y no es casualidad que cada año los padres tengan que comprar libros de texto nuevos: más allá de la excusa de “actualizar” contenidos, lo que en este caso se ha hecho es reescribir la misma historia, pero desde la óptica de la conveniencia política. Este accionar no solo encarece la educación, sino que demuestra cómo los intereses partidarios se entrometen en un espacio que debería estar blindado para la verdad y el conocimiento.