El costo del progreso

ElAvance | 02 septiembre 2025

Carlos Pérez Tejada

Un reciente reportaje realizado por El Avance puso en perspectiva uno de los componentes centrales de la crisis del tránsito en el Distrito Nacional, el problema del tamaño. El Gran Santo Domingo representa apenas el 3 % del total del territorio nacional, pero concentra el 45 % de la población total del país y el 35 % de los vehículos que circulan en toda la República Dominicana. Esta desproporción es una de las causas por las que, a diario, tenemos que perder horas transitando distancias cortas. Todo el progreso que hemos logrado en la ciudad capital se entapona en cada calle.

Esta complicada realidad debe verse como una oportunidad, por no decir una obligación, de repensar las políticas públicas en términos de desarrollo territorial. Porque los tapones no solo representan una pérdida de productividad, incremento del estrés humano y del costo del transporte, sino también un aumento de los niveles de contaminación; en fin, la calidad de vida de los dominicanos recibe un duro golpe.

El centralismo como freno al desarrollo

La concentración económica, institucional y, hasta cierto punto, académica en Santo Domingo ha creado un imán natural que empuja a los ciudadanos del interior del país hacia la capital. Esta situación no es exclusiva de la República Dominicana; es común que las capitales sean foco de desarrollo e inversión. Por esa misma razón, la migración de personas se da; todos buscan mejores oportunidades y calidad de vida.

Pero así como se desarrolla una ciudad capital, también es necesario que las políticas públicas impulsen el desarrollo del interior del país. Esto no solo redistribuye las oportunidades laborales y académicas y fomenta la inversión en provincias, sino que también evita que el dominicano se vea obligado a abandonar sus raíces. La visión debe ser clara: el dominicano del futuro debe moverse hacia dentro, hacia el Cibao, el Este y el Sur de la isla.

La administración del presidente Abinader ha dado pasos importantes en la inversión en el interior del país. Santiago de los Caballeros es un excelente ejemplo de inversión pública y su impacto positivo en el desarrollo de la segunda ciudad más importante del país. Proyectos de transporte público, infraestructura universitaria y servicios han servido para impulsar la economía santiaguera. En cada visita a la "Ciudad Corazón" me sorprendo por esa mezcla de metrópolis adornada con esos toques campechanos y la buena vibra de su gente.

Otro ejemplo que hay que destacar de la actual gestión, y que será parte del legado del presidente Abinader, es la inversión en proyectos en la zona sur del país, la más rezagada y con menor nivel de inversión. Sin embargo, los proyectos iniciados servirán para darle una nueva vida a esta región, que cuenta con un alto potencial turístico. Como se dice coloquialmente, “el dinero sigue al dinero”; y eso es precisamente lo que se espera que ocurra allí.

Aun así, todavía se puede hacer más para desarrollar el país. Como he resaltado en el pasado, la educación es un punto clave para el crecimiento de cualquier comunidad y sociedad; por tal razón, debemos seguir apostando al desarrollo de centros universitarios y parques tecnológicos en las provincias.

De igual forma, hay que continuar descentralizando las instituciones públicas. El Estado debe evitar que las personas tengan que trasladarse a la capital para poder realizar trámites o gestiones ante instituciones gubernamentales.

La planificación urbana debe ir de la mano con la inversión y el desarrollo. Por ejemplo, el avance que muestra Santiago debe pensarse desde ya en función de evitar la crisis de tránsito que ya sufre Santo Domingo. Santiago aún está a tiempo de evitar convertirse en un caos, pero esto solo se logrará con una visión urbanística integral.

No podemos olvidar que el país debe seguir apostando al desarrollo de sistemas de transporte público seguros, modernos y eficientes.

Parte de nuestra idiosincrasia como dominicanos es compararnos constantemente, tanto a nivel individual como nacional. Por eso, miremos cómo no es casualidad que los países más equilibrados del mundo, como Alemania o Canadá, cuenten con economías regionales sólidas, universidades descentralizadas y políticas activas de redistribución poblacional.

El costo del progreso, cuando no se planifica, lo terminan pagando los ciudadanos. El tránsito es uno de los síntomas más críticos, y es el claro reflejo de los avances y la abundancia que hemos logrado como sociedad, pero también de los errores cometidos por haber centralizado tanto el desarrollo y haber descuidado la planificación urbana.