Dinero Barato: Lecciones de una Oportunidad Desperdiciada

ElAvance | 20 agosto 2025

Giancarlo Marichal Duluc, M.P.A

Los mercados financieros internacionales son como las mareas: ofrecen ventanas de oportunidad que pueden desaparecer tan rápido como llegaron. Entre septiembre de 2020 y enero de 2021, República Dominicana experimentó una de esas ventanas cuando logró captar aproximadamente US$6,000 millones en los mercados globales de capitales. Sin embargo, lo que debió ser un éxito de gestión financiera se convirtió en una lección sobre cómo la falta de planificación puede transformar una oportunidad en un costoso error.

El Problema Fundamental: Dinero Sin Destino

A diferencia de emisiones anteriores que tenían propósitos claros y proyectos definidos, estos US$6,000 millones llegaron sin una hoja de ruta. El resultado fue que los recursos terminaron como depósitos en instituciones estatales, esperando a que alguien decidiera qué hacer con ellos. Esta situación expone una falla fundamental: acceder a financiamiento externo sin tener claridad sobre su uso productivo. Es como comprar los materiales más caros para construir una casa sin tener los planos arquitectónicos. El problema no es la calidad de los materiales, sino la ausencia de un plan para utilizarlos efectivamente.

La Aritmética Despiadada del Costo de Oportunidad

Aquí es donde los números revelan la magnitud del desacierto. Mientras el gobierno pagaba tasas de interés superiores al 6% por sus bonos globales, estos mismos recursos generaban rendimientos cercanos al 1% cuando se invertían en instrumentos financieros conservadores. Esta brecha representa un costo de oportunidad masivo: estamos hablando de pagar seis pesos por cada peso que se gana. Para dimensionar este error, consideremos que con US$6,000 millones se podrían haber financiado múltiples proyectos productivos del calibre de Punta Catalina. Y aquí vale la pena hacer una pausa para reflexionar sobre esta comparación.

El Contraste: Cuando la Inversión Sí Funciona

Punta Catalina, por más criticada que haya sido durante su construcción, se ha convertido en uno de los activos más rentables del Estado dominicano. La central genera una rentabilidad operativa de aproximadamente US$289 millones anuales, con un impacto positivo estimado en US$450 millones al año para las finanzas públicas. Estos números ilustran una diferencia fundamental: cuando los recursos se canalizan hacia activos productivos que generan flujo de caja constante, el endeudamiento se justifica. Con una facturación anual de US$594 millones, Punta Catalina no solo paga su propio financiamiento, sino que contribuye significativamente al erario.

La Paradoja de las Decisiones Financieras

La comparación es reveladora: mientras US$6,000 millones permanecían como depósitos improductivos generando pérdidas netas, una inversión como Punta Catalina —que costó alrededor de US$2,500 millones— produce retornos anuales que superan el 10% de la inversión original. Esta paradoja evidencia cómo el dinero "barato" puede volverse caro cuando no se utiliza productivamente. Es la diferencia entre un empresario que toma un préstamo para expandir su negocio rentable versus otro que pide prestado sin tener claro en qué va a invertir.

El Síndrome de la Planificación Inversa

Una de las patologías más comunes en la gestión pública es lo que podríamos llamar "planificación inversa": primero se aseguran los recursos, después se piensa qué hacer con ellos. Este enfoque contradice todos los principios de buena gestión fiscal. Cuando surgió la oportunidad de construir proyectos estratégicos, en lugar de utilizar los recursos disponibles, se optó por mecanismos de alianzas público-privadas. Es como tener dinero en el banco para comprar un auto, pero decidir tomarlo financiado porque "es más cómodo". La comodidad administrativa se paga con eficiencia financiera.

Las Decisiones que No Se Tomaron

En situaciones como esta, la opción más racional suele ser la más obvia: si no tienes proyectos productivos que financiar inmediatamente, utiliza los recursos para reducir deuda existente más costosa. Esta estrategia de "recompra" puede parecer poco glamorosa porque no genera titulares sobre nuevas obras, pero es financieramente más sólida.

La recompra de deuda es como pagar anticipadamente una hipoteca con tasa alta: aunque no construyes nada nuevo, mejoras tu posición financiera y liberas recursos para el futuro. En finanzas públicas, a veces la mejor inversión es la que no se ve.

Lecciones de Eficiencia vs. Imagen

La experiencia de Punta Catalina enseña algo importante: los proyectos productivos, aunque generen controversia inicialmente, tienden a vindicarse con el tiempo cuando demuestran su capacidad de generar valor. Por el contrario, las operaciones que priorizan la apariencia sobre la eficiencia —como mantener reservas infladas financiadas con deuda costosa— eventualmente exponen su insostenibilidad.

El verdadero desafío no es técnico sino cultural. Se requiere una mentalidad que priorice la eficiencia sobre la apariencia, la planificación sobre la improvisación, y la sostenibilidad a largo plazo sobre los beneficios políticos inmediatos. Hacia una Gestión Más Inteligente Los países que mantienen finanzas públicas sólidas comparten una característica: tratan cada peso público como si fuera propio, no porque sea suyo, sino porque entienden que cada peso mal utilizado es una oportunidad perdida para mejorar la vida de sus ciudadanos.

Las futuras emisiones de deuda deben estar precedidas por:

• Planificación robusta: Una cartera de proyectos maduros con estudios de factibilidad completados.

• Análisis riguroso de costo-beneficio: Evaluación de si el endeudamiento es más eficiente que alternativas como la recompra de deuda.

• Coordinación institucional: Alineación entre todas las entidades involucradas en la gestión de recursos públicos.

• Métricas de rendimiento: Sistemas para medir y comunicar el retorno de las inversiones públicas.

Reflexión

Esta realidad nos demuestra que, en las finanzas públicas, como en la vida, las buenas intenciones no bastan. La competencia técnica, la planificación rigurosa y la coordinación institucional no son lujos; son necesidades fundamentales para el buen gobierno. Punta Catalina, paradójicamente, se ha convertido en el ejemplo de lo que se puede lograr cuando los recursos se canalizan hacia activos productivos que generan retorno sostenible.

Su rentabilidad anual de cientos de millones de dólares contrasta dramáticamente con las pérdidas generadas por mantener miles de millones en instrumentos que no cubren ni el costo de financiamiento.

La verdadera medida del éxito en la gestión fiscal no está en la cantidad de dinero que se logra captar, sino en la sabiduría con que se utiliza. Es hora de que esta lección se traduzca en políticas que privilegien la eficiencia sobre la oportunidad, y la planificación sobre la improvisación.